Quizá en otro lado del mundo,
en Japón, en Lituania o en Mozambique
este lloviendo
y las nubes le cubran
el rostro de todas las mujeres al sol.
Quizá haya sido culpa de la nostalgia,
o quizá del viento que desnudó la ventana de cortinas.
No lo sé, y no me interesa saberlo del todo.
Me dio vértigo,
yo contemple como el amanecer se enamoraba de vos.
Bastones del cielo cayeron,
se sonrojaron las estrellas y huyeron desprevenidas,
las palomas llevaron mensajes a caperucitas sin flores,
mis ojos lloraban emocionados,
tu dormías y el espectro de la tierra
era como un fantasma que necesitaba el don del tacto
para amarte, para no ser solo un reflejo de tus miedos en la
oscuridad.
Un tibio rayo de luna aún dormía en tus mejillas,
los celos del astro amarillo cubrieron el mapa de tu cuerpo
y en memoria de aquel suceso
una isla o lunar fue bautizada en uno de tus dedos.
Quizá la luz de tus pupilas al encenderse tu día
fue más fuerte que el pelo recogido del cielo,
quizá el ángel que dormía en tu almohada
dejo una herida tan abierta en la tierra de tu cama
que para cuidarte del dolor hay que cuidarte del amor.
Pasan las horas, tu te mueves y el amanecer se mueve
contigo,
él tiene miedo lo veo en sus aeropuertos,
mañana quizá no te encuentre,
Teme que llueva,
teme que el viento no mueva tus cortinas
y tu te olvides que ahora él también necesita de tus manos.