Los soldaditos de plomo
que ejercitan a diario con mi conciencia
son astronautas a cualquier causa no compleja.
Tienen sus armas, olvidadas en mi pecho,
son tan cobardes que en una caricia
regalan sus cascos, sus cielos
y hasta sus dos o tres cartas al verdadero amor.
De mi parte,
los lunes tengo una sombra buena
que me cuida y me alimenta de pecados,
luego me abandona
y vuelve a los veinte centímetros
que le dan seguridad,
me obsequia un te amo
intentando mudar de cama a la soledad.
Me podría matar ahora mismo,
tal vez se entere mi cuerpo
y antes decida volver a casa,
dar una vuelta por ese universo
que no fue mío ni mucho menos,
pero qué extraño, en su hoy inanimada realidad.
Entiendo que nunca llego a mi suplica
la aljófar que prometía mi único amor,
no llegaron ni su perfume,
ni sus espasmos atemporales,
es tan pálida mi tristeza
que de pensarme sonriente
se acabarían mis días.
Es debidamente necesario
para cultivar un adiós no peligroso
hacer del futuro suicida
un réquiem en lamentación divina,
si quizás tenga suerte
y encuentre en esas horas previas
un acto de olvido para aliviar sus penas.
Quisiera morir.
Mis tropas poca voluntad tienen
ayer nomás alzaron banderas blancas.
Me rindo de estar libre.
Quisiera estar atado a otro sueño
que tenga un tiempo cierto para nutrir mis arterias,
desearía que en el fondo de mis manos sin milagros
se vendan etcéteras por palabras espartanas,
aunque quizás lo mejor, sea intercambiar almas
en un pacto, de esos prohibidos.
Ya casi sin fuerzas para caer
mutilo en estos versos un espejismo
de lo que deviene en mi cotidiana hostilidad.
Pudiere ser otro el que tuerza su brazo por mí,
seguramente es él, besando a mi luna llena,
pero todo mi interior sabe
que soy yo el que decide esta condena,
y este corazón que late,
que late desgarrando hasta lo que la muerte no destila.
que ejercitan a diario con mi conciencia
son astronautas a cualquier causa no compleja.
Tienen sus armas, olvidadas en mi pecho,
son tan cobardes que en una caricia
regalan sus cascos, sus cielos
y hasta sus dos o tres cartas al verdadero amor.
De mi parte,
los lunes tengo una sombra buena
que me cuida y me alimenta de pecados,
luego me abandona
y vuelve a los veinte centímetros
que le dan seguridad,
me obsequia un te amo
intentando mudar de cama a la soledad.
Me podría matar ahora mismo,
tal vez se entere mi cuerpo
y antes decida volver a casa,
dar una vuelta por ese universo
que no fue mío ni mucho menos,
pero qué extraño, en su hoy inanimada realidad.
Entiendo que nunca llego a mi suplica
la aljófar que prometía mi único amor,
no llegaron ni su perfume,
ni sus espasmos atemporales,
es tan pálida mi tristeza
que de pensarme sonriente
se acabarían mis días.
Es debidamente necesario
para cultivar un adiós no peligroso
hacer del futuro suicida
un réquiem en lamentación divina,
si quizás tenga suerte
y encuentre en esas horas previas
un acto de olvido para aliviar sus penas.
Quisiera morir.
Mis tropas poca voluntad tienen
ayer nomás alzaron banderas blancas.
Me rindo de estar libre.
Quisiera estar atado a otro sueño
que tenga un tiempo cierto para nutrir mis arterias,
desearía que en el fondo de mis manos sin milagros
se vendan etcéteras por palabras espartanas,
aunque quizás lo mejor, sea intercambiar almas
en un pacto, de esos prohibidos.
Ya casi sin fuerzas para caer
mutilo en estos versos un espejismo
de lo que deviene en mi cotidiana hostilidad.
Pudiere ser otro el que tuerza su brazo por mí,
seguramente es él, besando a mi luna llena,
pero todo mi interior sabe
que soy yo el que decide esta condena,
y este corazón que late,
que late desgarrando hasta lo que la muerte no destila.
1 estrías de entendimiento:
Muy original muy bueno.
Publicar un comentario