AquelloS NiñoS

Corren,
a pies hervidamente descalzos
los niños autistas
de mi novelesca soledad,
sus tímidos brazos
tan de siempre cansinos,
ya inmunes al viento hostil
de a poco mueren,
tejidos a mi alma enamorada.

La dirección
a sus pasos malvas
carece de olvido póstumo.
El sentido del cuadro blanco en sus ojos
es un encierro en pupilas conformistas
con miedo, elevado al cuadrado.

Alguna esperanza
aún cobijan en su naturaleza adiestrada,
después de todo
toda fantasía es siempre pura
al infortunio de no volar.

Uno a uno,
mis niños pasan delante de mí,
¿Sabes nadar? Yo no.
¿Sabes pintar una sonrisa sin piedad? Yo si.
¿Podes amar?...

Tenemos libros sordos
que nos enseñan a penar entre aullidos lobeznos,
también poseemos
como buenos aristócratas del dolor
cuchillas
que alivian el acto de la espera
en un rojizo libido espiral.

Recuerdo verles sonreír
tendidos en girasoles multicolores,
recuerdo abrirle campos de estrellas a su ingenuidad,
ordenarle los sueños,
cicatrizarle los verbos antes de preguntar.

Pero hoy mis niños
tienen los dedos enfermos de pecados,
tienen cuentos con princesas violadas
y un absurdo sindicalismo con las sombras
que hacen sagrada libertad
al odio sin el amor.

“Mientras, yo te extraño,
mis niños te escriben,
aunque no saben leer los estados
de la ausencia en un corazón”

Aquellos niños no te dejan de esperar…

Esta vez supongo que los caminos siempre son ondulados y eternos, donde con el paso de los días perdemos esas ansias de niños, y aunque en el fondo nos sentimos como uno de ellos la realidad es otra, y en este caso, estoy cansado de correr frente a mí...