Soledad

Fresco rubor estremece
en cuarto libido creciente,
vendería el ardor de estos ojos muertos
por un tímido gesto
de complacencia inicua.

Nos estremece lo inexacto,
creemos en poder cambiar ayeres
con una libertad que no concierne
en ese esquema de felicidad moralista.
A la buena voluntad divina
sabemos que somos insalvables
del cuerpo extremadamente pálido.

Deberíamos guardarnos sol
en la horqueta austral
de nuestra nocturna unión,
imaginarte, desnuda,
imaginarte es caos,
a mi neurosis
de fundamentalista absorción.

Existes en tantos núcleos de mi germen,
que no resisto saberte ajena de mis ansias.
Con valentía renuncio al amor,
al epígrafe de soledad soy patria potestad.

Hemos descubierto mundos nuevos
con alfileres en la sien,
escuchamos melodías en tic tac
de parvas holográficas
penetrando nuestros sueños.

No fui tu hermano, en gozo,
ni fui tu hombre
para el canibalismo de tus huesos.
No fui testigo de esta caída,
sino el hacedor macabro
del escenario sin entradas
ni salidas para la farsa.

La tristeza de mi alma
no tiene sabor a condena,
mi bohemia soledad brilla de ausencia,
tal vez hasta de ausente sumiso.
Escribo por voluntad ajena,
por miedo, por duelo,
de un corazón que late,
enfermo, vivo,
en eterna agonía…