Ríase del sabio,
homo erecto piel de cebra.
¿Quién recuerda "El martirio de Santa Catalina"?
Vistió verdugos risueños,
tres ángeles esclavos,
un perro cola ratón
y a su máxime santidad ebria,
olvidada en una nube algodón.
¡Patíbulo desgarrador!
¿Qué sueñas artista católico?
¿Números o religiones sin Dios?
Vuelvo a Catalina.
Gira la rueda, está roto el amor.
Perdón, soñé.
Perdón, intente creer en mí.
Van a llover cerrojos para piernas
y hojas del libro santo
para limpiarse la sien.
Hablo con un yoismo,
blasfemo, emputecedor.
Ya sé. Voy a colgarle rosarios al sol.
¿Quién me detendrá?
¿La ama de casa que guarda orgasmos bajo el colchón
o el aprendiz de marioneta que sonrió con el verso anterior?
Ríase del sabio,
que le mira con desprecio.
Ámese a sí mismo,
aunque no tenga delirio cierto bajo la piel.
El pecado reside en la voluntad,
la culpa es tan ajena como el germen de la paz.
Si voy a declararme libre
empezaré a morir feliz.
¿Y usted corazón?
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