Yo no fui a buscar
el labio claro de la noche
envuelto en olvidos,
ni fui a abrir la ventana del alma
para ventilar las moscas
de tu araña matinal.
No fui porque hacía frío
en los dos centímetros de calma
en que dormías conmigo,
y porque el reloj interno,
ya había consumido
el cráter del último abrazo roto.
Aún tarde,
aún no resignado del error,
contemplo la desidia del día.
Pienso,
que los puentes que uno cierra
son lagos al cielo
tomados por voluntades mezquinas.
Pienso,
que olvidar, más que un don,
es la armonía de estar completos
aunque sea una falacia,
aunque creamos en el después
sumergidos en nuestro propio abismo multicolor.
Se me hizo un nudo,
de agua, de sal,
y en realidad
nunca estuviste tarde en mí…
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