Nadie espera caer
aunque asentimos el hecho
de no saber subirnos
al altar de los sueños.
Vamos abrazados, condenados
a cometer delitos en boga,
todos, referentes al huir,
siempre, dejando el alma detrás
junto con huesos o retazos de humanidad.
Es necesario estar triste
para ceder a estos mecanismos de defensa,
yo no amo, ni quiero,
ni soy feliz danzando en una estrella.
Ya no escucho ni el latir de mi vanidad,
ni al sol quiero ver brillar
y los pájaros,
los pájaros que se vuelen todos ya.
He perdido el curso de la imaginación,
mi andar es retrograda,
sabio en ausencia de mar.
Estoy mezquino
a cualquier sentimiento no carnal,
asqueado de tener respuestas
a preguntas que nunca nadie me hará.
Pienso, pero sin pensar llegaré mas lejos,
odio, pero sin odiar estaría un poco mas dispuesto
a vivir, a morir, a dejar de fingir
que caigo en los pozos abismales
que alguien bautizo como felicidad.
No estoy, nunca estoy…
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