Amanecer con los pies en las manos
ya ni es surrealista
ni bizarro, ni vanguardista,
es mera causa de un feto somnoliento
con ojos en la espalda
y un pintor de estrellas
que vende su alma a proxenetas lunares
por medio gramo de insuficiencia post-crónica…
¡Bendita fiesta!
Bendito desfasaje terrenal.
Restos de cuerpos enmohecidos,
que aún parecen tener vida,
verdes, blancos, amarillentos.
Lágrimas que son salitres maravillas
a tanta impunidad,
a tanto desorden existencialista.
¡Bendita orgía!
Bendito vaciamiento carnal.
Amanecer de pecho en boca,
con labios secos, de mirada ciega
y aún y todo infeliz,
es para matar una y otra vez…
Denme paz
o litros de roja esclavitud…
Denme paz… paz.
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