Que en paz descansen
el silencio sordo del espejo,
tu cintura de asesina silenciosa
y los días de mudras bajo las sábanas.
Luego, merecen morir:
tu almohada y la mía,
las sobras de nuestras sombras desnudas
y ese dibujo acromático
en donde nuestras bocas
simulaban un remolino, también silencioso.
¡Ay! Y yo pienso en esta lejanía
tan de azúcares amargos,
la pienso con dedos arrodillados,
con el rostro de espalda a la ventana
que tiene tras de si al resto de mi cuerpo.
Y pienso….
Pienso si ya recuerdas
porque me olvidaste,
o si al menos esa mañana
leíste los versos
que escribí con lágrimas
en el poema que tienes por vientre…
Debe morir la paz,
que ya no descansará
cuando en días me recuestes…
¡Espera! ¡Espera!
1 estrías de entendimiento:
Has llevado de viaje a mis sentires.
Hermoso poema amigo.
Felicidades, un gusto leerte.
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