Uno,
dos,
tres,
cuatro,
cinco ojos
se descalzaban bajo la arena.
Adentro,
pantallas colgantes
con sus cuervos vampiros
saboreando murciélagos
de azúcar,
café
y sal.
Como astrónomo erecto
no distingo el pico de la pala,
ni husmeo un poco mar afuera,
para entender si la estrella
realmente nacía de la boca.
Uno,
dos,
tres sabios
se vestían de sabios,
soñaban soñar al cuervo,
al murciélago,
pero habían tomado tanto café
que confundieron la sal
con sangre
y al azúcar le pusieron piel...
Al despertar,
por desgracia,
los ojos eran sólo dos.
Menos para el cíclope
que si soñó no soñar...
La tele seguía encendida...
1 estrías de entendimiento:
Malditas confusiones machadas de insomnio.
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