Un intento de poema simple

No sabría definir el tiempo, 
ni tu nube de clonazepam,
ni el cuarzo con el que rayas el cielo,
menos aún sabría los nombres
con los que los dioses te alaban.
  
Sin embargo, sé que atraes
estrellas mentales,
de luciérnagas oscuras 
entre cometas rosas.
También sé, que eres dueña 
de todo limbo no pragmático
y que eres capaz de dormir 
a centenares de ángeles perdidos
con el leve palpitar de tus pestañas.


Si yo tuviera que describirte,
no encontraría jamás
la imagen abstracta adecuada
para desnudar tu cuerpo,
pero eso si, hallaría 
en cualquier jardín, niño o beso de miel, 
dotes tan puros como los de tu alma...


Es cuanto menos curioso
el no encontrar un adjetivo 
que cicatrice en tu piel, 
tan etérea te siento,
como un cristal sonrojado 
soñando con lésbicas muñecas.


Me duelen las manos de desearte,
los ojos de desnudarte en silencio.
Me duele hasta la punta del sexo
en el rojo de los labios finos, 
y en la carne que nunca nos habla 
del más blanco y placentero pecado...


Ahora mismo, te respiro, te exhalo,
te vuelvo a meter dentro de mí,
y una y otra vez repito este proceso.
Y todo sin tocarte.
Y todo sin tocarte.
Debo repetirlo, debo gritarlo, debo desearlo,
la ley de la atracción,
la atracción que debería ser la única ley. 


Para mi eres un poco más que roma de espaldas
y un poco menos que la muerte en una sonrisa blanda.
Para mí no eres nada en una totalidad hueca,
eres como el cinismo en dos cisnes 
desenroscándose para besarse.


No sé explicarme,
me siento un loco enajenado
en el vórtice de la imaginación deforme.
Solo entiendo que la ciencia lírica moderna
me obliga a decir “te quiero”
para que el mundo pueda caer en el duelo
de que este es un simple poema de amor…