Sólo decir que este es un espacio donde un niño-hombre-pez hueco-esquizo-simple deja sus ilusiones-intenciones-compromisos-desvaríos, en forma de versos-lágrimas-insectos, un espacio para ausentes muertos que no llegan a besar el suelo o ni llegan a perderse o a encontrarse, ni existir...

11.11.2013

Esto también pasará

Entonces, desde la ventana un único rayo de sol pega contra el escritor. Éste está sin saberlo y antes de tiempo ocultando a su mujer. La siesta mueve el itinerario de sensaciones con una pasmosa calma, tanto en la perspectiva cíclica como en la cínica los ojos del escritor se van cansando, van formando tumbas para un extraño cementerio de luciérnagas mentales. Ella a su lado, sumida en lo placentero del soñar como única estrategia de humana conformidad. Su pelo es como agua, su nariz un relicario delicioso y sus lagrimales cerrados le dan a cualquier espectador la idea de que un obsceno paraíso puede tener inicio en una pupila degenerativa.

El escritor con su cuota de miedo habitual, anhela intervenir en el espacio cosmo onírico de su mujer, la odia y la desea con infinita igualdad. Algo de licor en la conciencia lo envuelve, lo manipula, es una violación conceptual que poco a poco lo va a turbar. Sabe que la solución es abandonar, para ser más preciso: primero escribir, y luego abandonar. Con un movimiento matemático, automático, sensomotriz inconsciente, toma de su recién estrenada mesita de luz un también nuevo anotador. Ensombrecido en la ciencia de la inexactitud literaria, tras dos segundos de meditación pre instrumental, se dispone a construir otra falacia de limbo.

Nota 1: “Esto también pasará”. El primer motor de avión que te cambia el sur en el norte del corazón; el diez en biología aquel diciembre de inútil curiosidad; la dulce piel de esos pechos que te enseñaron a amar; la suavidad de una hoja cortándote el aliento esa tarde en que no supiste llorar; la primer lágrima por un falsa esperanza tecnicolor; la escuela cerrada en un día de sol, la primera vez que hojeaste El principito y sonreíste hasta emocionar la almohada de tanta aflicción.

El escritor no entiende la falta de musa en su discurso, sabe que es él, sabe también que no es. Cambia de hoja, cambia de lugar sus manos, cambia de expectación mirando el cuello de su mujer. Se pregunta, porqué es tan escéptico el mundo en el que ahora vivimos. Piensa, en que aún cree que hay vida después de la muerte, sabe que ella le diría que los días de lluvia los muertos son felices.


Nota 2: “Esto también pasará” La pesadilla de despertar en un mundo vacío, la tarde en que tu padre te informa de la muerte de tu abuelo; la primer vez que pensaste en el suicidio como abrigo para el frío existencial, los ojos de alguna ella ignorando toda belleza interna; las manos destruidas por cortar flores de un alegre jardín. La primera vez que una tormenta te dejo sin luz para ver esa película que dos días después quizás iban a volver a pasar; el oscuro pasajero que Wilde alimento con tanta misoginia con tanta hermosa imaginación.
Otra vez, sus miedos le roban la concentración. Sabe que está empezando a nadar en un mar de simple nostalgia. Le pesan los huesos y ya casi no respira sin dificultad. Recordar y transcribir dolores y alegrías no es un arte, es un vórtice cargado de electricidad, un agujero negro que ningún ser debería traspasar sin cruzarse de piernas, sin cambiar de poro la soledad.

Nota 3: “Esto también pasará”. El gol que llevo a tu equipo a alguna final; la maniobra de pisar un acelerador sin primer atrás; el golpe de tu hermano una tarde de otoño; el mirar unos cuantos minutos insuficientes como las venas no paran de sangrar; la primera vez que entraste en una mujer; el último verso que te volvió más metafísico de lo normal; la carta que le escribiste a tu amiga para ese día triste en que no ibas a estar; la vez que te besaron los ojos con fuego y que te apagaron el alma con vapor de voz; la ensoñación que resulta alcanzar una mariposa; el vértigo de trepar al árbol menos hermoso; el enorme vacío que implica cerrar una valija; la radiante y misteriosa fascinación de encontrar un nuevo hogar; el perderse en un centro; el caminar absorto de ingenuidad en un museo; el abrir un pote de helado y encontrar una insana cantidad de nueces; la primer noche en que el alcohol enamoro tu lado trágico, tu lado de abandono espiritual; la vez que el mar te mojo el ombligo y nadaste hasta no saber el día, ni el lugar, ni la dirección; la montaña de la cual no caíste por volar tan alto en la imaginación; el olor a un libro usado pero nuevo; el reprobar en la vida dos horas antes de reprobar un parcial; el estar dispuesto a abrir tu ser para volver a comenzar; el último adiós; la cenicienta canción que te hace añorar.

El escritor es un cúmulo de posibilidades. El tibio alfeizar se va oscureciendo, faltan unos cuervos, falta la música, falta una palabra de paz interior. Todo, absolutamente todo lo que está a un segundo de romperse es hermoso. Miró sus notas, comprendió la lógica más absurda y precisa, lo bueno, lo malo, el destino y el presente son efímeros. El resultado final al algoritmo de las relaciones con humanos u objetos es el cuerpo. No hay ayer, no existe el mañana. Suspiró, lavó sus memorias en el suave olor de esa mujer que sin despertar sigue siendo la burbuja de la fina interpretación. Sí, dos, tres segundos antes de que sus ojos se quemen, se abran, sean la flor de la eucaristía emocional, el escritor arroja sus notas, las mata, sin mas.

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