Día 3

El emporio que es el universo a ojos tiesos no dejo de centellar al híbrido mortuorio que llevo por memoria. Una gota de rocío me abrió el hueco alma, un silencio casi tan humano como sordo el delator que escribió su nombre en el abanico de los días de sed, luto y organismos viscerales fragmentados.
Es el tercer día de la imaginación deforme, donde las letras aún ven letras y las palabras todavía no aprenden a sangrar sin ser literalmente absurdas. Tengo un verso roto en el pantalón, ganas de llorar y un abismo abisal en la garganta, siempre entiendo que todo sentimiento salido de mi libro labial no hará mas que cercarme al encierro maquinal argumentativo y poco didáctico donde el espejo ni llega a ser un precoz aliado. Es un agujero en las estrellas, es tener sed de pecados y ser una estrella agujereada cobijada en la neurosis del tiempo, los afectos, los efectos y la inquietud de saber que se está perteneciendo a eso que uno no debería pertenecer.
Me aburro de lamentar la misma escena, el mismo trance, la misma metáfora sosa y malparida, los mismos días de lluvia sin lluvia.
Es viernes, el reloj y mi alma descalza lo saben, tendré frío, amor y fiebre interesada.