Sólo decir que este es un espacio donde un niño-hombre-pez hueco-esquizo-simple deja sus ilusiones-intenciones-compromisos-desvaríos, en forma de versos-lágrimas-insectos, un espacio para ausentes muertos que no llegan a besar el suelo o ni llegan a perderse o a encontrarse, ni existir...

8.04.2012

Día 4

Iban, los monos se movían como hormigas embelesadas en un algodón de azúcar oxidado. Yo los miraba, contemplaba su inercia por lo básico, me asustaban, me sentía necesitado de entrar en su comunión inexacta pero no caótica. Ellos no hablaban, se escupían sin nombrarse, cada uno alargaba su ego hasta la sombra de la pestaña que nunca tuvieron al mirar para adentro. Me asustan, se vuelven humanos cuando alguien les besa el nervio, el dilema, la paz o la mejilla izquierda. 
Me acerqué a uno, me grito que el tiempo se escapa que debemos apurarnos por conseguir seguridad, eso entendí, tal vez sólo estaba en su etapa inmadura de la fotosíntesis intelectual. Le hice caso, me apure, me senté, descanse, esa es mi forma de apurarme. Soñé que un baúl me guardaba para otro sueño. Al despertar, una niña con cara de mono y gestos de mono me sonrió, obviamente la ignore, a su lado ella, rubia, fina, elegante, una hembra abeja en estado precoz indeleble siguió sin percibir mi espectro débil y plácido.
Me olvide de todo, me volví a enamorar, me di cuenta que todos los días terminan cuando empiezan. El día cuatro espere a la niña de alas suicidas, el tiempo, la espera, me obligo a necesitar una rubia y falsa esperanza. Pensé, ser feo es una agenda vacía, y sonreí.

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