El hombre sin cuerpo,
en sirenas,
materializa su cáncer emocional,
de a poco se va volviendo un día blanco,
de cenizas, de estigmas por hierbas que no sabe fumar.
Atrás quedan las líneas azules,
la gente que fue abandonada por su rincón neutral.
La memoria es una historia sin final feliz.
Los que intentan parar el tiempo
solo van hacia delante, subidos a un elefante sin nombre.
Los que sufren, los que aman el vértigo
se inventan familias, historias
para crear teléfonos, aneurismas
y algún caos de símil vida proto-sentimental.
Quizá mañana, quizá en esta misma puta noche,
el alma retroceda en una ola de vacua inspiración
y los navegantes de mi conciencia inútil
me permitan bucear hasta tu cama,
con una soga, un disfraz y otro acuario para llorar mi rocío.
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