Si, mentimos, no aprendemos nada de los demás. Somos ese odio desigual que refleja la hora en espiral, esa hora de espera en que uno se vuelve a hablar consigo mismo para no tener que consolarse o amar.
En un mes una hora de novecientos minutos aumenta la desesperación, el ritmo cardíaco es un instrumento en fuga y de explosión. Tal vez debo empezar a gritar la paranoia de mis sentimientos o colgarlos de un globo rosa a gas y que ella o se tape los oídos o se cubra los ojos o se venda a mi rincón de silencios y abrazos temidos.
Estoy neuronalmente vencido, en el fondo y encima de la copa están mis dos posibilidades. Pienso en ella y es un iceberg a diez años luz de mi primer planeta feliz. Tengo la certeza de estar cerca de implosionar, de dejar de lado toda enfermedad que sugiera un beso, una taza de café o una porción de chocolate para aliviar el alma.
Soy un ente torpe que terminará oculto en una caja de zapatos y aún y todo, así me siento libre y capaz de entregar luz. Mientras la espero en un vida de suicidas acomplejados conmigo.
Soy un ente torpe que terminará oculto en una caja de zapatos y aún y todo, así me siento libre y capaz de entregar luz. Mientras la espero en un vida de suicidas acomplejados conmigo.
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